Bajo del subte "E" como todas las mañanas y al salir de la estación Bolivar me encuentro con la calle Perú desordenada, todavía los artesanos no se han podido instalar. La jornada de ayer aún no ha terminado, a pesar de que ya es hoy, llego a la esquina de la Avenida de Mayo y la cola de gente para darle el último adios a Nestor todavía sigue allí, como ayer, en un avance continuo (espero que hacia el futuro que siempre quise para mi y para mis hijos).
Sigo caminando rumbo a mi trabajo por Diagonal Norte y me confundo un poco con la gente de organizaciones sociales y militantes que vinieron del gran Bs As y ya se estan juntando para volver. Los veo con caras de cansados y con gestos de esperanza, listos para bancarse la que venga y los imagino decididos a apoyar a Cristina (espero que mi observación sea objetiva y no una expresión de deseo).
Detras mío caminan dos tipos y puedo escuchar lo que uno de ellos dice "miralos bien, son todos iguales, preguntales si alguno trabaja". De golpe ese ¿compatriota?, me puso en el conocimiento de que hay muchos que todavía no entendieron y que muy probablemente nunca entiendan, no solo por la intoxicación de los poderosos sino por propia ceguera. Hice lo primero que me salió, giré y los vi que doblaban por Maipú ¡anda a la puta que te parió!, grite, pero el tipo siguió caminando como si nada, ni siquiera me miró y ahí entendí. No ven, no oyen, no hablan, son el producto del individualismo ciego, sordo y mudo que nos llevo al infierno del que gracias a Dios hoy se que estamos saliendo.